El monte Ararat.
Al este de Turquía, junto a las fronteras con Irán y la antigua URSS, atraviesan las nubes los picos nevados de una montaña que se eleva hasta unos 5.000 metros. Agri Dagi, conocido tradicionalmente como el bíblico monte Ararat, se alza abrupta mente sobre una accidentada llanura polvorienta que enfatiza la esbelta forma piramidal de la montaña. Corona el gigante una zona de nieves perpetuas, «un capuchón de deslumbrante plata», que, según la tradición, fue el lugar donde encalló el arca de Noé.
Durante siglos, armenios y persas tuvieron la convicción de que no se podía escalar el Ararat. En parte se debía a su altitud ya su desalentadora capa de nieve, pero también al hecho de que la montaña había adquirido un aura casi mística. Por ejemplo, cuando James Morier, diplomático y viajero, visitó la región del Ararat a principios del siglo XIX, oyó relatar que la montaña estaba habitada por «gusanos de nieve», unos supuestos gusanos blancos cuya característica era ser fríos.
Además de con las criaturas míticas, había que enfrentarse con bestias salvajes, incluidos serpientes y arañas venenosas, linces, leopardos, osos y jabalíes. También se decía que un dragón amenazaba a viajeros y mercaderes, quienes ya habían de afrontar a bandidos y salteadores. Pero, pese a tales peligros, Morier describe el Ararat en términos que captan su mística belleza, celebrada a través de los tiempos: «Cada una de sus partes es perfecta, no hay rudeza en ninguno de sus rasgos... todo es armonía...»
El catastrófico diluvio
Hoy día, pese a los peligros que entrañan los aludes y los perros salvajes, es totalmente posible ascender al Ararat y contemplar el mismo paisaje inmemorial de valles, llanuras y montes lejanos que existía en tiempos bíblicos. El vínculo entre el Ararat y el arca de Noé aparece en el Génesis, el libro primero de la Biblia. Según esta narración, Dios se afligió tanto por la maldad de la raza humana que decidió borrarla de la faz de la tierra con un diluvio. Sólo se salvaría un hombre llamado Noé. Así pues, Dios mandó a Noé que construyera una nave donde cupieran su familia y las bestias y aves de la tierra.
Luego llovió durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que toda la tierra quedó inundada. Finalmente, las aguas empezaron a retirarse y el arca de Noé encalló en el monte Ararat. Entonces desembarcaron Noé, su familia y las bestias, y empezaron a repoblar la tierra.
En realidad, la Biblia no especifica en qué montaña de la antigua tierra de Ararat se posó el arca. Pero no es sorprendente que el imponente Agri Dagi fuese relacionado con Noé en la tradición local, armenia antes de la era cristiana.
Morier afirmaba que «al parecer, tras el diluvio nadie más estuvo en la cima, pues lo escarpado de su nevada cumbre haría imposible cualquier intento», Sin embargo, el primer hombre que desmintió a Morier fue un alemán de treinta y siete años, el profesor Friedrich Parrot.
En septiembre de 1829, junto con otras cinco personas, entre las que se encontraba un soldado ruso que lucía su mejor uniforme bajo la capa en honor atan importante empresa, el alemán coronó la cumbre en su tercer intento. Fue un momento maravilloso. Especulando sobre el punto exacto en que pudo posarse el arca, Parrot observó el imponente panorama del valle del Araxes, en el que la ciudad de Ereván se reducía a una mancha oscura «no más grande que una mano». Se celebró el evento erigiendo una cruz de madera y brindando con vino en honor de Noé, el padre de la viticultura.
En busca del arca perdida
Empero, era tal la reputación del Ararat que mucha gente se negó a creer el relato de Parrot sobre su ascensión. En los años siguientes, otras expediciones escalaron sus cumbres, entre ellas la que en 1876 dirigió James Bryce, historiador y estadista. Bryce fue uno de los primeros en descubrir un posible vestigio del arca: un trozo de madera tallado con algún instrumento que se encontró mucho más arriba de la línea de los árboles.
A través de los años, también otros visitantes, incluidos un sacerdote nestoriano en 1893, un aviador ruso en 1916 y un industrial francés en 1955, han visto algo parecido al arca o han recogido misteriosos trozos de madera. Pero hasta la fecha, la prueba del radiocarbono 14 realizada sobre los trozos de madera hallados no ha evidenciado una antigüedad que pudiera relacionarlos con los tiempos de Noé. Por otra parte, hay quien sugiere que los trozos de madera podrían proceder de unas reliquias medievales (tal vez una maqueta del arca) depositadas allí por los monjes, que consideraban el Ararat lugar de peregrinación.
Resulta imposible comprobar el fundamento histórico del episodio del arca. Pero, si alguna verdad encierra el relato bíblico de Noé, el monte Ararat sería con toda seguridad el emplazamiento idóneo para ese segundo comienzo de la humanidad.
Fuente:
http://ar.geocities.com/marcelofuentes1 ... ararat.htm