Hay que entender la decepción de Lobato y compañía.
El duo dinámico viaja hasta Estambul con la esperanza de ver a Fernando nuevamente en primera línea, cuando el deseo no se cumple el viaje deja de ser un placer para convertirse en una obligación, la de informar dejando a un lado los sentimientos frustrados, el amor perdido.
Este último precepto, el de informar, ya resulta más difícil de llevar a cabo y es entonces cuando aparece la verdadera calidad de ambos periodistas, o mejor dicho, aficionados contratados para retransmitir.
Tras la decepción vienen las críticas a todo el que se ponga por delante y la mirada al futuro para volver a ser optimista. En ese futuro a corto o medio plazo aparece cual imagen borrosa una prematura retirada de Raikkonen que permita la llegada de Fernando al reino de los cielos, uséase, la siempre criticada Ferrari.
En el fondo y en definitiva, nada nuevo bajo el sol otomano; los que quedan por detrás de Alonso son muy malos y no merecen estar en F1, y a los que quedan por delante hay que jubilarlos para que su ídolo consiga un volante mejor. Por suerte y aunque algunos lo deseen, nunca habrá parrillas ni carreras con un sólo piloto.
La suerte es que de momento no tengamos que padecer a otros de la calaña de Carlos Miquel, eso sí que sería realmente inaguantable.