La fábula de Barry y Kello.
Hace muchos años vivían dos hermanos en un bosque de un país muy lejano. Era el bosque de Maranewood, y en él habitaban toda clase de animales.
Había ciervos, ardillas, lobos , buhos y muchas especies más, pero sobre todo habían conejos, muchos conejos.
De entre toda aquella fauna destacaban dos alegres conejitos que se dedicaban a competir en las carreras que algunos lobos listos organizaban.
Esos dos conejitos eran Barry y Kello, los hermanos que al principio mencioné, y ésta es su historia.
Barry era un conejo muy rápido y astuto, casi parecía una liebre a la hora de correr, mientras que su hermano Kello también era un conejo rápido, pero no tanto como Barry. Eso si, Kello siempre estaba de buen humor y nunca sentía envidia por los éxitos de su hermano.
Los dos participaban siempre en las carreras que los lobos organizaban y que suponían la principal diversión de los habitantes de Maranewood.
Barry tenía una familia muy numerosa como buen conejo que era, mientras que Kello también tenía una familia numerosa pero menos feliz que la de Barry.
Los hijos de Kello no eran felices por que se avergonzaban de su padre. Iban a la escuela y los otros conejitos siempre se reían de ellos por que su padre casi nunca ganaba en las carreras del bosque.
Siempre iban con la cabeza agachada y de mal humor, y cada vez que los otros conejitos les hacían burlas éstos siempre se ponían a llorar e intentaban explicar que su padre no ganaba nunca por que Barry era muy malvado y al ser el hermano mayor obligaba a su padre a dejarlo ganar.
Pasaban los años y Barry seguía ganando, mientras que los hijos de Kello seguían lamentandose y viviendo amargados cada vez que su padre quedaba segundo en una carrera.
De vez en cuando Kello ganaba alguna prueba menor, y entonces sus hijos se lamentaban más todavía pensando que su padre podía haber hecho cosas más grandes en la vida.
Sin embargo Kello tenía un hijo que siempre estaba contento, iba cantando y saltando a la escuela y era el conejito más feliz del bosque. No en vano el conejito se llamaba Happy.
Todos los animales de Maranewood pensaban que Happy estaba loco, pues contrastaba claramente con el resto de sus hermanitos y nadie se explicaba como podía ser tan feliz cuando el resto de sus hermanos apenas podía dar un paso sin que se les viese echar unas lagrimas.
Un día se acerco un curioso buho a Happy y le preguntó:
-“Hola Happy, ¿cómo puedes ser tan feliz mientras tus hermanitos están siempre tan tristes?”
Y Happy contestó:
-“Soy feliz por que mi papa es un gran corredor, es famoso, gana mucho dinero y lo que es más importante, es un gran conejo”
-“Pero tus hermanos están tristes, siempre acaba segundo”
-“Mis hermanos son un poco ignorantes, no han leído el Gran Libro de las carreras de Maranewood. En el Gran Libro aparece mi padre en todas las estadísticas como un gran corredor, ha conseguido victorias, poles, saltos rápidos, puntos, zanahorias y en todos los apartados aparece su nombre como uno de los conejos más brillantes de la Gran Historia de las Carreras. ¿Cómo no voy a estar orgulloso de él?”
- “¿Y no estás triste por que tu tio Barry siempre gana?”
- “Yo sé que mi tio Barry es más rápido que mi padre, y también sé que una vez les ganó el conejo Willi por que ellos se picaron. Otra vez que los dos se enfadaron se aprovechó el conejo Mclata y durante esas dos carreras apenas tuvimos zanahorias en casa para comer. Si no ganaban no cobraban y nosotros tampoco podíamos ir a la escuela. Fueron unos meses muy tristes en nuestra casa hasta que se dieron cuenta de que los dos eran hermanos y de que no podían seguir peleándose entre ellos. Al final siempre salían perdiendo y todo el bosque se reía de ellos por que pensaban que eran los mejores pero que nunca ganaban nada.”
-“¿Y tus hermanos saben toda esta historia?”
-“Mis hermanos son distintos a mí, ellos nunca lo entienden y por eso viven tan tristes. Por más que se lo explico siguen empeñados en ver la botella medio vacía mientras que yo la veo siempre medio llena.
Quizás algún día lo entiendan y empiecen a ser felices con lo que tienen, y no con lo que creen que pueden tener.”
-“¿Entonces eres un conformista y por eso eres tan feliz?
-“ No soy conformista ni mucho menos, soy realista. Sé que mi tio Barry es mejor que mi padre corriendo pero también sé que mi padre es mucho mejor en otras cosas, y eso ya es bastante para mí.”
- “Pues tienes razón Happy”
- “ Y tu Buho, ¿Por qué estás siempre curioseando todo?
- “Por que de pequeño quería volar tan rápido como mi prima Aguila y pronto me di cuenta de que nunca lo conseguiría. Sin embargo tenía unos ojos muy grandes que me sirvieron para conseguir un buen empleo en la universidad de Maranewood y hoy día también soy muy feliz con lo que he conseguido.”
Buho y Happy siguieron charlando y riendo hasta que aparecieron una bonita lechuza y una alegre conejita.
La lechuza y la conejita los vieron tan alegres que se fueron con ellos a pasar un fin de semana lejos de Maranewood.
Ese fin de semana había carrera y Barry volvió a ganar. Kello terminó segundo como siempre y Happy que estaba siguiendo la carrera por televisión sonrió y les dijo al Buho y a sus amigas:
“Hoy soy más feliz que ayer pero menos que mañana, pues mi padre lo ha dado todo en la pista y sigue siendo el mismo gran conejo ganando o quedando segundo, y sólo así es como siempre podrá sentirse orgulloso de sí mismo y yo de él.”
Con el tiempo los hermanos de Happy crecieron y comenzaron a comprender lo grande que había llegado a ser su padre.
Fue entonces cuando también se dieron cuenta de que no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita, y desde entonces la familia Kello fue una familia feliz, la más feliz de Maranewood.
