Me olvidaba que me había prometido actualizar sobre la experiencia. Por lo que me contaron, esta gente está normalmente por Montmeló, pero hacen tours por varios circuitos de España y no sé si Portugal.
Al final escogí el 911turbo. Sólo sentarse en un bicharraco de semejante calibre ya da respeto y sabiendo cómo me pongo tuve que tomarme unas valerianas antes de ir al circuito. El tiempo fantástico excepto por un viento fuerte que pensé que afectaría algo, pero la verdad es que venía en la dirección de las dos rectas principales y desde luego no estoy preparado para notar la diferencia entre viento y no viento, de hecho tampoco se trataba de hacer el mejor tiempo por vuelta, sino de disfrutar de la conducción sin límites.
La organización se nota que no es primeriza y no hay que esperar largo, lo que se agradece en este tipo de eventos ya que llegas ansioso. Te dan una ligera sesión informativa sobre todo de temas de seguridad y algo técnico de los coches que me resultó algo escasa, ya que pensaba que hablarían un poco de conducción deportiva, pero como aperitivo está bien. Luego te dan un par de vueltas en un Hummer para que vayas conociendo el circuito y ya te quedas en la zona del pitlane esperando tu momento. En mi turno había como 12 personas que escogieron el 430 (había un berlinetta y un spider) y sólo dos que escogimos el turbo, así que no tuve que esperar nada.
De copiloto me estuvo acompañando Nil Montserrat, piloto del equipo Top F3 del
European F3 Open, que ha ganado alguna carrera aunque su participación es algo inconsistente, supongo que debido en parte a que se dedica a estas cosas. Es bastante jovencillo, pero parece que lleva haciendo esto toda la vida. Un encanto de tío que si ve que vas poco a poco apretando no te da el follón. De todas maneras en cuatro vueltas...
Empiezas ligero comprobando que estás lejísimos de los límites del coche, así que antes de terminar la primera vuelta ya vas tirando un poco más y desde el principio en las rectas ya pisas la tabla, que es de lo más impresionante del coche. Pero pronto descubres que lo más bruto no es la aceleración sino, como te advierten antes de montarte, el freno salvaje que se clava como si no hubiera un mañana. Qué barbaridad.
Cuando terminas, más pronto de lo que uno quisiera (aunque hubiera dado 50 vueltas habría sentido lo mismo), te das cuenta de varias cosas. La primera, que no le has sacado ni el 5% de la chicha que tiene esa animalada. La segunda, que seguramente con un tracción trasera te habrías divertido más. La tracción total lo que tiene es que no hay narices a sacar eso de su sitio. Pero es que en la frenada tampoco hay manera. Al principio te parece que te vas a empezar a culear como una brasileira, pero nada oye, que no. Ahí es cuando te das cuenta de que se puede ir uno tirando a la curva frenando, porque al principio frenas recto y luego ya si eso giras. Después de la frenada, lo más impactante es cómo se sujeta en las curvas y al empezar a acelerar. Aunque Nil me decía que el Porsche es de los que menos controles tenía de la flota que manejan ellos, se notaba perfectamente que al acelerar con el peso desplazado el coche va haciendo pequeñas correcciones que se notan en el volante como pequeños vacíos de tracción hacia los lados, pero mínimos, de manera que el coche va enfiladito palante, la sensación es estremecedora.
El gusto que finalmente se te queda en la boca es agridulce. Pasa media hora hasta que empiezas a hilar palabras, cuando salió mi amigo del coche, que también había cogido el turbo, me dí cuenta de por lo que había pasado yo: no coordinaba el habla. Te quedas un rato pensando qué ha pasado en los últimos minutos. No sólo se hace corto, sea como sea, también da la impresión de que lo ha hecho todo el coche. Que lo único que haces es más o menos seguir una trazada que está marcada por referencias de conos fuera de la pista y en los pies tienes dos botones on/off que aceleran o frenan a tope. Incluso en manual, lo único que tienes que hacer es reducir con los botones del volante, porque el cuadro de mandos es tan pequeño que no ves cuando le toca cambiar y él cambia solo con ese magnífico doble embrague cuando llega al límite de revoluciones. Caí en la cuenta al terminar que tampoco estaba reduciendo para frenar con el motor, pero la verdad es que con esos discos da un poco igual. Tenía miedo de sobre revolucionarlo, pero la verdad es que él no reduce hasta que no puede, así que no habría pasado nada. Le puedes dar dos abajo rápido, pero no baja hasta que no vas frenando, en ese sentido es un poco como un videojuego.
La próxima vez ya tengo aprobada la novatada, así que tengo claro que toca una caja totalmente manual con todos sus pedales, tracción trasera y el mínimo control. Y más de cuatro vueltas, eso seguro.
En definitiva, la experiencia merece la pena aunque lo más probable es que de 10 minutos finalmente te quedes más con lo que podría haber sido que con lo que has sentido de nuevas y que probablemente no vayas a sentir en un tiempecito. Ya he obtenido el permiso sellado por triplicado de mi mujer para que haya una próxima vez, así que seguro que entonces le sacaré un poco más de molla al tema y me daré cuenta de otras siete cosas que no he hecho o que he hecho mal. También se me queda pendiente un curso de esos de conducción en situaciones difíciles y mientras tanto a seguir disfrutando del apacible y manso volante de mi Toyota Verso diésel.
Pinchad en la foto para ver una pequeña galería. Soy el del polo naranja dentro del 911 turbo.